Recensión: TELLO, Arturo. “Mio Cid como cantar. Algunas consideraciones de índole musicológico”, en Revista de musicología, XXXII, 2 (2009)
El presente artículo: “Mio Cid como cantar. Algunas consideraciones de índole musicológico” se encuentra incluido dentro de la Revista de musicología, XXXII, 2 (2009) y ha sido escrito por el Doctor Arturo Tello Ruiz-Pérez, profesor de Historia y Ciencias de la Música en la Universidad Complutense de Madrid.
El principal problema con el que se han encontrado los investigadores en sus distintos intentos por abordar el Cantar del Mio Cid desde una perspectiva musicológica, ha sido la falta de registros o pruebas documentales sobre su naturaleza musical. Compuesto en una época en la que la palabra formaba una unión inquebrantable con la música, lleva, ineludiblemente, a pensar que la obra pudiera haber sido concebido para ser cantado. En la actualidad, sólo se ha conservado el texto, lo que deja al autor (y al lector) en la difícil situación de verse obligados a la mera especulación a cerca de lo que podría haber sido el Cantar del Mio Cid. Este alto grado de incertidumbre, ha llevado a considerar el Cantar, en numerosas ocasiones y desde distintas disciplinas, como una obra recitada.
En este sentido, es reseñable el trabajo que en los últimos años han venido desarrollando Guillermo Fernández Rodríguez-Escalona y Clara del Brío Carretero, citado y analizado en el artículo del Dr. Tello, y que sirve de partida para el mismo, denominado “Sobre la métrica del Cantar de Mio Cid. Música y épica: La cantilación de las gestas” en el que se detallan posibles aspectos musicales en el Cantar del Mio Cid.
En la actualidad, coexisten diversas corrientes teóricas que postulan los diferentes modelos de transmisión de éste, cantado, recitado o cantilado. Como curiosidad, cabe mencionar la existencia de una versión musicada del cantar como la compuesta por Emiliano Valdeolivas, cantautor y profesor de Lengua Española quien ha recorrido diversos pueblos españoles integrados en el llamado “Camino del Cid” entonando los versos de dicho cantar, con la intención de imitar el modo en que lo habrían hecho los juglares, dándole así una perspectiva interesante y novedosa al considerarlo una obra musical. Emiliano interpreta así el primer documento épico en Lengua española en castellano antiguo, acompañándose de instrumentos de cuerda pulsada (guitarra), cuerda frotada (violín) y de viento (flauta). La melodía estrófica y no cantilada, se repite en cada cobla del cantar.
El texto que nos ocupa, aborda las consideraciones personales del autor para la defensa de la hipótesis de una posible transmisión cantilada del Cantar de Mio Cid , construye su discurso en base a tres premisas que quedan expuestas en la introducción, dichos razonamientos serían: Primero, “el esclarecimiento de la constitución del Cantar del Mio Cid desde la oralidad […] o desde la escritura”; segundo, “la naturaleza misma de su difusión (lectura, canto, cantilación o recitado)”; Tercero, “el influjo y reflejo recíproco entre ciertas prácticas litúrgicas de esencia hagiográfica y el cantar de gesta.”
En la primera cuestión, trata de esclarecer si el Cantar tuvo autor individual y culto o colectivo y tradicional; si existe una conexión con otros entornos lingüísticos y culturales (el latín, el árabe, el d´oc, el d´oil) o tiene un origen autóctono. También el autor se pregunta si puede considerarse al Mio Cid un cantar de gesta o no. Lo único que ha llegado hasta nosotros a través de los siglos es el texto sin la posible música, sin embargo, ciertos aspectos de la métrica parecen entroncar con otros cantares de gesta contemporáneos.
A partir de las ya mencionadas investigaciones filológicas de Guillermo Fernández y Clara del Brío Carretero a cerca del problema de la métrica del Cantar del Mio Cid, el autor reflexiona sobre el “ritmo de creación” (constitución) y el “ritmo de recepción” (difusión). Se especula sobre si los manuscritos nos muestran el esquema rítmico con que lo concibieron sus autores, o muestran el esquema rítmico con que eran divulgados.
Para abordar la segunda cuestión, el autor ofrece una completa visión desde el prisma musicológico en relación a la posible difusión cantada o cantilada del Cantar del Mio Cid. Para ello comienza su reflexión por la acción divulgativa del poema. Sabemos en primera instancia que los cantares de gesta eran concebidos para hacer partícipes a las gentes de la época sobre las heroicas hazañas de personajes famosos a modo de pregón y de esto nos da buena muestra el Cantar al dirigirse en numerosas ocasiones a un hipotético auditorio “Ved cómo crece en honores el que en buenhora nació” (versión en castellano moderno del Cantar del Mio Cid de Pedro Salinas.
Partiendo nuevamente de las premisas de los investigadores Guillermo Fernández y Clara del Brío se proponen tres opciones en lo que se refiere a la difusión del Cantar:
Primera: “Que la fuente del Manuscrito de Pedro Abad fuera oral y que la obra se difundiera recitada” en este punto el autor reflexiona sobre si podría ser posible, debido a la irregularidad silábica de algunos versos del texto, difundir el Cantar oralmente.; Segunda “que la obra se difundiera cantilada” posibilidad tomada por el autor como la más acertada, pues permite respetar la métrica y tercera “que la fuente del manuscrito fuera escrita”, la obra fue concebida inicialmente escrita y difundida de forma cantilada, siendo esta última opción improbable.
Según el autor, lo más verosímil es que Pedro Abad copiara el Cantar directamente de una fuente oral, que el compositor del Cantar fuera un solo autor culto y que las irregularidades encontradas en la única copia a la que tenemos acceso, sean debidas a las manipulaciones que haya podido sufrir la obra a lo largo de los siglos.
En relación a la tercera cuestión estructural del artículo, la relativa a la posible influencia de la hagiografía, el autor de apoya en el testimonio de Johannes Grocheio en su obra Ars musicae, que pareciera sugerir una relación entre ésta y los cantares de gesta. Grocheio afirmaba que dichos cantares estaban estrechamente relacionados con las vidas de los santos, como la vida de San Esteban y da por hecho que se ha de poner la misma melodía a todos los versículos, pero en ningún caso dicha afirmación se refiere a la longitud exacta de dichos cantares, así que una posible conclusión lógica sería que el Cantar del Mio Cid fuera difundido con la misma melodía en todos sus versículos. Sin embargo, opiniones discrepantes como la de Gérold, afirman que esto provocaría una “reiteración monótona de la música” debido a la extensa longitud de la obra que nos ocupa, aunque, por otra parte, la difusión de la obra cantilada serviría para recordar el texto por parte de los ejecutantes, y la cantilación puede compatibilizarse con las irregularidades en algunos de los versos del Cantar. Así pues, creo que es plausible la posibilidad de que el Cantar fuera cantilado debido a su constitución en versos, un predominante anisosilabismo, longitud y temática.
Chailley emparenta los cantares de gesta con las epístolas farcidas, y para ello el autor recurre a la epístola farcida de San Esteban en lengua romance, en la que intervienen una serie de apelaciones y comentarios dirigidos a un cierto publico oyente, como ocurre en el Cantar de Mio Cid. La aparición de estas fórmulas dialógicas se puede relacionar con los cantares de gesta, los pregones o los romances.
En conclusión, este artículo recoge de manera cuidada y rigurosa, atendiendo a unos estrictos criterios epistemológicos, las principales cuestiones musicológicas que en la actualidad rodean al Cantar, como su hipotética interpretación cantada o cantilada, o parte de sus posibles influencias. El hilo argumental muestra corrección y coherencia, sintetizando y relacionando diferentes aportaciones parciales sobre la cuestión, echándose sólo en falta una elaboración teórica novedosa que ahondase más en la senda ya iniciada, ya que, como el propio autor indica, tan sólo buscaba arrojar luz sobre cuestiones existentes.
Actualmente, la denominación de la obra resulta en ocasiones confusa. Muchas veces se ha escuchado apelar al Cantar del Mio Cid como el Poema del Mio Cid, sustituyendo el término “Cantar” por el término “Poema”, esto causa un cambio radical en el significado general de la obra, causando así una problemática cultural que puede convertirse en un agujero negro.
Dicho esto, es importante hacer unas consideraciones terminológicas entre los vocablos: “cantar” y “poema”. Según se recoge en el Diccionario de la Real Academia Española:
cantar2.
1. m. Copla o breve composición poética puesta en música para cantarse, o adaptable a alguno de los aires populares, como el fandango, la jota, etc.
poema.
(Del it. poēma, y este del gr. ποίημα).
1. m. Obra poética normalmente en verso.
2. m. Tradicionalmente, obra poética de alguna extensión. Poema épico, dramático.
En muchos centros de enseñanza, al no existir evidencia alguna de la existencia de una parte musical, se cae en un positivismo extremo, y en muchos de ellos se da a conocer el Cantar del Mio Cid como el Poema del Mio Cid; o se da a conocer con su nombre original de Cantar pero se enseña como un poema: El Poema del Cantar del Mío Cid, obviando que el término “cantar” va unido inevitablemente a la palabra música y que por ello no sería una necedad preguntarse qué sentido tiene la palabra “cantar” ligada a un texto tan extenso, porque es muy posible que la obra tuviera, como indica Arturo Tello en el objeto del artículo, una melodía, la cual debería ser silábica y conocida por todos para ayudar al recuerdo de la letra, motivo por cual posiblemente no fue recogida ni mencionada por Pedro Abad, ajeno a la problemática que subyacería con el paso de los siglos. En este sentido, este artículo resulta interesante y ofrece una perspectiva novedosa a tenor de las pocas investigaciones musicológicas que se han hecho sobre él.
Considero que el Cantar del Mio Cid está falto de un estudio musicológico más completo- auque este estudio esté basado en suposiciones fundadas-, y sobradamente estudiado desde la perspectiva filológica y creo que, filólogos y musicólogos deberían estudiar en conjunto la obra con el fin de arrojar luz, sin caer en reduccionismos, sobre el tema.
Creo que no puede obviarse la más que posible naturaleza cantada o cantilada del Cantar del Mio Cid, puesto que es un cantar de gesta, los cuales eran poesías épicas que se difundían con acompañamiento de viola o arpa.
Una reseña de Lourdes Martín-Serrano, musicóloga.